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Para conseguir un cutis impecable, es necesario utilizar una base y un corrector. ¿Por qué? Porque la simple aplicación de maquillaje o base nunca disimulará las pequeñas imperfecciones ni uniformizará la tez en general.

Mejor aún, con la técnica del contouring, que pretende resaltar las formas más elegantes de nuestro rostro camuflando al mismo tiempo lo que más nos molesta, los productos tipo base y los distintos correctores que proponen las marcas son auténticas herramientas de esculpido. Pero cuidado con los correctores: aunque pueden utilizarse en todo el rostro, deben aplicarse localmente. Esto se debe a que el principio del corrector se basa en la colorimetría: aplicar un tono opuesto al del problema que se quiere camuflar (una mancha roja, por ejemplo). En otras palabras, aplicaremos un tono verdoso, pero esta elección no funcionaría en un lunar más moreno o en unas ojeras (que son más violáceas).

La base tiene un papel similar: una vez más, unifica la tez, la despierta y resalta la base de maquillaje que elijas después. Pero también optimiza la fijación global del maquillaje, matifica la piel...

En resumen, la base y el corrector son las herramientas de la perfección del maquillaje, que garantizan que tu trabajo dure más tiempo y tenga un aspecto más bonito en general.

Por fin podrás centrarte en tus ojos y tu boca, porque el resto de tu maquillaje estará radiante y perfecto.